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La formación del periodista digital (página 2)



Partes: 1, 2

Familiarizarse
con las nuevas tecnologías

Resulta prioritario que los profesionales de los medios y los
estudiantes de Periodismo se
familiaricen con las nuevas
tecnologías y aprendan a moverse por la Red. Tal y como recoge
Isabel Fernández Morales, además de escribir bien,
resumir y estructurar la información, también tiene que
dominar el lenguaje
multimedia para
crear productos con
audio, imágenes y
demás recursos que
atraigan y fidelicen a los usuarios. Internet se ha convertido en
un gigantesco quiosco de prensa y en una
potente base de documentación. Y es solo el
principio.

Jesús M. Santos recuerda que el oficio
periodístico está inmerso en un profundo proceso de
transformaciones como consecuencia del advenimiento del
periodismo electrónico. El periodista de la próxima
década será, por tanto, y además, un
periodista multimedia. Una especie de hombre
orquesta, capaz de utilizar imágenes de vídeo en la
edición
en línea de su periódico
o de transmitir mensajes escritos a través de su emisora
de radio. La
única especialidad posible en el Periodismo del futuro
será la de saber trabajar en todos los medios y con todos
los medios.

Esta multifunción comunicadora refuerza el
protagonismo del periodista, del que se demanda una
mayor preparación. Ahora más que nunca
tendrá que saber a quién recurrir para obtener la
información que necesita, deberá ser un experto en
expertos, según la feliz acuñación de
Ritchie Calder.

Nunca antes se le había exigido tanto a los
profesionales de la
Comunicación. Cada vez se perfila con más
fuerza una
característica de la nueva era de la información:
la necesidad de la formación continua. Desde ahora todos
somos aprendices. Un informe del
Grupo de
Expertos sobre Aspectos Sociales y Societarios de la Sociedad de la
Información (HLG) para la Unión
Europea contempla, entre sus conclusiones, la nueva sociedad
como una "sociedad del aprendizaje",
basada en el saber-hacer y en la sabiduría de las
personas, no en la información en las máquinas.

En esta misma idea abunda Mariano Cebrián cuando
aboga por la necesidad de generar capacidad de autoaprendizaje.
Ya no sirven los parches de las enseñanzas curriculares
rígidas, ni los cursos de perfeccionamiento. Las
exigencias de la nueva educación son formar
a los ciudadanos a aprender a informarse, recuerda
Cebrián.

El reto para los periodistas es todavía mayor. El
perfil del profesional de la información en los
próximos años presenta unos rasgos duros,
según las predicciones del estudio realizado por el Grupo
Corporación Multimedia para el Fondo Social Europeo.
Autoempleo,
desaparición de categorías profesionales y reciclaje
permanente fueron algunas de las coordenadas del año 2000
en el sector de la Comunicación. No obstante, dicho informe
también apuntaba que la convergencia de las telecomunicaciones, la informática y la
televisión ampliarían el número de
canales informativos y, por lo tanto, las posibilidades
laborales.

Un signo evidente de que las condiciones de trabajo
están cambiando radicalmente viene dado por un informe del
Colegio de Periodistas de Cataluña, donde se afirma que el
40% de los periodistas catalanes son colaboradores o freelances;
porcentaje que irá aumentando a medida que nuevos
profesionales se incorporen al mercado de
trabajo.

En la actualidad, cerca de 30.000 estudiantes abarrotan
las facultades españolas de Ciencias de la
Información, cifra que duplica el número de
periodistas que desarrollan su tarea en nuestro país,
amparados por un contrato
más o menos estable de trabajo. Algunos autores califican
a las facultades de Ciencias de la Información de
fábricas de desempleados, dibujando un futuro poco
halagüeño.

Antonio Petit, estudioso de la problemática
actual de la profesión periodística, destaca los
siguientes puntos negros: altísimo índice de
desempleo;
importantes índices de subcontratación y subempleo;
masificación de las facultades; desvertebramiento
profesional; y problemas
originados por la concentración empresarial y la
permanente innovación tecnológica.

Ahora bien, según un Estudio sobre el uso de la
Red en los Medios de Comunicación, elaborado por
AccesoGroup en colaboración con las firma Deloitte &
Touche, durante el tercer trimestre de 2002, el 93% de los
periodistas ya consideraba la Red "imprescindible" para su labor
profesional diaria, El informe, que encuestó a 616
periodistas de 300 medios de
comunicación, revelaba que esos niveles se alcanzaban,
fundamentalmente en Madrid,
Cataluña, Andalucía, País Vasco y Comunidad
Valenciana.

Incertidumbre
sobre la capacidad de las facultades

Gabriel García
Márquez, premio Nobel de Literatura y Presidente de
la Fundación para un Nuevo Periodismo Iberoamericano,
abordó esta problemática en la 52ª Asamblea de
la Sociedad Interamericana de Prensa, celebrada en Pasadena
(California) en octubre de 1996. El escritor y periodista
colombiano expresó sus dudas sobre la capacidad actual de
las escuelas y facultades para preparar convenientemente a los
profesionales de la Comunicación.

Los avances
tecnológicos y las nuevas necesidades sociales han
provocado que algunos centros educativos se hayan quedado
anticuados. Se queja de que el oficio de periodista no ha logrado
evolucionar a la misma velocidad que
sus instrumentos y de que los periodistas se hayan extraviado en
el laberinto de una tecnología disparada
sin control hacia el
futuro. Según el Premio Nobel, el infortunio de las
facultades de Comunicación
Social es que enseñan muchas cosas útiles para
el oficio, pero muy poco del oficio mismo.

Hace algunos años, Thomas Bethencourt, en su
calidad de
director del Instituto Oficial de Radio y Televisión, advertía también
de las carencias en la formación de los futuros
profesionales de lo audiovisual. Según este autor,
existía un exceso de especulación teórica,
que resaltaba más los conceptos abstractos de la
comunicación que el de las necesidades que
requerían las empresas
audiovisuales.

La necesaria reforma de los planes de estudio de las
facultades españolas de Ciencias de la Información
se afrontó desde la premisa de que la función
básica de dichos centros universitarios es impulsar el
desarrollo de
la mentalidad y el espíritu científico y,
principalmente, formar y preparar a profesionales que vayan a
trabajar en la llamada Sociedad de la Información.
Obviamente, nada es perfecto, y los planes de estudio actuales
–a pesar de haber sido revisados la mayoría de ellos
durante la última década- siguen recurriendo a los
tradicionales géneros periodísticos, obviando,
muchas veces, aquellas materias que más tienen en cuenta
las expectativas profesionales que se adivinan en el horizonte
inmediato. Tal y como denuncia Pedro Manuel Moreno, nos
encontramos ante unos planes de estudio carentes de
actualización en sus contenidos, en la didáctica y conocimiento
de sus profesores, y en sus recursos de aprendizaje. Como todo,
podrían ser modificados, o adaptados, para, de esa manera,
asumir los cambios de este futuro que ya está a las
puertas.

Han pasado más de veinticinco años desde
la creación de las primeras facultades de Ciencias de la
Información y todavía hay periodistas que discuten
la bondad y necesidad de su existencia; incluso constituyeron
puntos neurálgicos de la crítica
y el menosprecio de los que no compartían su
creación. Se creía entonces, recuerda Manuel
Piedrahita, que al periodista le bastaba con imaginación y
pluma para desenvolverse. Para algunos compañeros de
profesión, como el mencionado García
Márquez, cuando hace 50 años no existían las
escuelas de Periodismo, el oficio se aprendía en las
propias redacciones de los periódicos. La posterior
aparición de las Escuelas de Periodismo fue una
reacción escolástica contra el hecho cumplido de
que el oficio carecía de respaldo académico,
recuerda García Márquez. Se entiende, desde esta
visión, la Comunicación como arte, como un
género
literario e incluso como una ramificación de la política –tal y
como lo califica Manuel Piedrahita- que debería retornar
al sistema primario
de enseñanza, mediante talleres
prácticos en pequeños grupos.

La eterna disputa de si nos hallamos ante una ciencia o un
arte, de si el Periodismo –y el Periodismo en Internet-
merece estar entre las altas disciplinas, si puede ser estudiado
aplicando métodos y
criterios científicos, y si puede ser enseñado
rescatando para el aprendizaje el
espíritu de las experiencias históricas, como
reivindica García Márquez, es una cuestión
que debe darse por definitivamente superada, si bien no ha
desaparecido totalmente.

Teniendo en cuenta la proliferación de facultades
de Ciencias de la Comunicación, afirmamos que, en efecto,
podemos considerarlo una disciplina
académica en toda regla. La Comunicación es el
fenómeno (también el negocio) más importante
de estos inicios del siglo XXI. El ejemplo de Bill Gates
resulta clarificador. El dueño de Microsoft es
uno de los hombres más ricos del planeta, gracias al
rendimiento que le saca a la venta de
información.

El panorama empresarial tampoco es diferente. La
mayoría de las grandes empresas periodísticas
españolas no parece fiarse en exceso de la
formación que reciben los alumnos. Por ello, ha volcado
sus esfuerzos en la puesta en marcha de centros formativos
propios, en algunos casos con el apoyo de instituciones
universitarias y en ocasiones exigibles como paso previo a sus
futuras incorporaciones.

Es imprescindible, por lo tanto, que las Facultades de
Periodismo –la de la Universidad del
País Vasco va por ese camino- dirijan constantemente su
mirada a la profesión y estén atentas a todas las
innovaciones tecnológicas que puedan modificar las
condiciones y efectos sociales del proceso comunicativo. La
recomendación tiene la misma validez en sentido inverso:
el periodista, una vez obtenido su título
académico, no debe volver la espalda a la Universidad -la
mayoría de los conocimientos adquiridos tiene una temprana
fecha de caducidad-; de lo contrario, corre el riesgo de
convertirse pronto en un cadáver profesional.

 

Modelos de
formación

El reciente fenómeno del Periodismo en Internet ha
comenzado a obtener respuesta, tanto investigadora como docente.
A lo largo y ancho de la geografía
española se levantan cada vez más facultades y
escuelas con programas que
contemplan la enseñanza de la prensa para el nuevo entorno
digital. El primer paso lo dio la Universidad de Navarra, en
1994, con el establecimiento del Laboratorio de
Comunicación Multimedia y la puesta en marcha de la
primera asignatura sobre periodismo e Internet. Desde entonces,
muchas facultades han ido incorporando a sus licenciaturas y
postgrados estudios sobre periodismo digital. Paralelamente, han
comenzado a publicarse los primeros manuales y
referencias bibliográficas obligatorias sobre el tema y a
culminarse las primeras investigaciones
doctorales.

Llegados a este punto, un primer análisis sobre los modelos de
formación que se han instaurado para el estudio de esta
nueva doctrina del Periodismo posibilita a Ramón
Salaverría establecer dos grandes modelos: aquel por el
que hasta ahora parece haberse apostado con más fuerza y
que cabría especificar como el de la formación de
periodistas para los nuevos medios digitales y, por otro lado, el
modelo, menos
desarrollado aún, de formación de periodistas para
la era digital.

Aunque en principio su semejanza pueda llevarnos al
equívoco, en el fondo tienen rasgos bien distintos. Ambos
hacen referencia a nociones bien distintas de lo que supone la
revolución
de las comunicaciones
digitales. En el primer caso, la enseñanza comprende,
según Salaverría, un proceso de capacitación instrumental desintegrado de
la formación para otros medios tradicionales; se busca que
el futuro periodista sea capaz de responder a las nuevas
exigencias del nuevo medio digital. Esto se traduce en
enseñanzas de tipo, exclusivamente, técnico; es
decir, tareas muy alejadas del ejercicio tradicional
periodístico.

En cambio, en el
caso de la formación de periodistas para la era digital,
lo que se pretende es integrar el empleo de los
recursos digitales como una parte inherente a la práctica
periodística. Se aspira a formar profesionales
versátiles, volcados en la mejora de la calidad de la
información periodística gracias a las mayores
posibilidades que propician los recursos digitales. No cabe la
menor duda de que este segundo modelo es el más deseable y
el que, más tarde o más temprano –toda vez
que se acabe con las reticencias de cierta parte del mundo
académico-, terminará por imponerse.

Pero el desacertado modelo de enseñanza del que
adolecen en la actualidad nuestras facultades no es solo
achacable a las mismas, sino también a las empresas
periodísticas. Y es que éstas, aún hoy en
día, demandan, principalmente, técnicos en
informática, diseñadores de páginas
web, y apenas muestran interés
por contar, en sus plantillas, con periodistas que elaboren
contenidos específicos para la Red. Pero aún hay
más, ya que tampoco invierten en formar a sus propios
periodistas en el manejo de Internet como una herramienta nueva
de trabajo y como un nuevo soporte. Como consecuencia de ello,
asistimos a una mayor presencia de personal
técnico en labores de naturaleza
puramente periodística y, sobre todo, tal y como recuerda
Salaverría, se ha creado una dicotomía entre los
periodistas tradicionales y aquellos que están
configurando la prensa digital del futuro.

 

Koldobika Meso Ayerdi

Revista Chasqui
Centro Internacional de Estudios Superiores de
Comunicación para

América Latina (CIESPAL)
     

Weblog: www.revistachasqui.blogspot.com

Web:
www.chasqui.comunica.org

Web institucional: www.ciespal.net

Quito
ECUADOR

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